sábado, 16 de junio de 2012

¡Tan seguro como que la tierra gira!



The Searchers permite vivificar un significante paterno: el de juntarnos por las noches bajo el techo húmedo a mirar en televisión al Gran John Wayne y su heroica campaña de colonización.

Plagada de elipsis, donde ni siquiera vemos el cuerpo muerto (pudor del western), donde el rostro es actor principal tanto para designar “hombre” como también “mujer” (lo digo más que nada por todo aquello que intenta maldefinir discursivamente expresión sentimental) en mi niñez denotaba roles específicos e imaginarios fijos: “indio”, “vaquero”, “lucha por la civilización norteamericana”.

Ethan Edwards presentado en la lengua del Padre como el hombre rebelde, deshecho pero valiente, que no respeta  Orden o Ley; idea sublime de “lo solitario”, característica que mejor piensa estos films. Sin embargo, y a pesar de Wayne mismo, no hay otro que cumpla mejor el rol y lema colonialista del estado, perseguir y matar indios. Esto debería llamarse la coacción de Wayne: a pesar de él, siempre debe obligar a que el otro acate una conducta.

Notamos la crueldad del indio por los términos de crueldad del hombre blanco de 1868.
“Puede que Texas llegue a ser una ciudad ideal donde se pueda vivir”.

No es más que un retrato divertido y espectacular de un genocidio, en donde la muerte tiene valor de mero dato, o peor aun, de colateralidad de la trama.
En definitiva no es otra cosa que el triunfo de lo que algunos llaman el “bien” sobre lo que algunos llaman el “mal”.

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