domingo, 29 de agosto de 2010

Bienvenidos al norte


Es increíble como a partir de una sencillísima historia se puede hacer mucho. Un verdadero éxito de taquilla en Francia y en toda Europa, esta película refleja en su trama el auténtico fluir de las malas lenguas y de los estereotipos que se formulan con respecto a un determinado objeto, en este caso el Norte de Francia.
La trama gira en torno a un cartero francés que debe mudarse a pesar de su descontento a la ciudad de Bergues, cerca del límite con Bélgica, y la única referencia que tiene sobre el pueblo son creencias, especulaciones o malos comentarios sobre la locación, clima y habitantes a la que se dirige. Sin embargo, al llegar se encuentra con un lugar idílico, con personas amables y con un clima común, que hacen de ese pueblo un lugar maravilloso. Como se puede ver algo que no llama mucho la atención. Pero no es el qué de la película a lo que más debemos echar un ojo, es su inteligente y fresco cómo lo que debe interesar.

Escrita, dirigida y también actuada por el histriónico Dany Boon, “Bienvenue chez les Ch'tis” es un ejemplo de humor sencillo pero penetrante, que mantiene en vilo durante la hora y media que se la ve.

Es muy interesante el trabajo que se hace sobre los personajes que se desenvuelven en la historia, plagados de cotidianeidad y de un humanismo muy profundo. Una verdadera muestra de altruismo sin farsas ni hipocresías. La naturalidad de los diálogos es intensificada por el humor que contiene. Nada de abusos, de chabacanerías, de chistes fáciles o algo por el estilo. Al contrario, un humor blanco (si se me permite), fresco, de verdadera profundidad que hacen que el desarrollo del argumento apenas interese. Se pone tanto interés en los personajes, en su locación, en su comedia que apenas disgusta su no poco mediocre final.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El abuso de lo real




Esta cuestión de anexar en una película videos caseros reales con su versión ficcional es todo un drama.


No se si en “The Fourth kind” lo que retrata esos videos caseros haya existido en realidad, es decir, no investigué mucho si existe esa supuesta doctora, si tuvo un contacto de tercer tipo o si le ha sucedido todas esas cuestiones en la vida real que se desarrollan en el film. Me parece enteramente un ejercicio de mentira que se pone en evidencia desde los primeros minutos haciendo de lo paranormal puros efectos que se manifiestan demasiado, pero…
El tema que me llamó la atención es mostrarse en simultáneo a lo largo de toda la película ambos planos, la ficción y la realidad (o la supuesta realidad). Esta maniobra debe tener su punto de equilibrio o debe apelar a una estrategia estructural que provoque ya sea o un pacto, un conjunto entre ambas partes o que una potencie a la otra. En esta película lo que sucede es que una de las partes absorbe totalmente el interés del espectador haciendo de la otra una nimiedad.

El abuso del material casero recogido para la película hace de la misma una insignificancia. El espectador está más atento a ver el video registrado por la cámara que su versión fílmica. Esto provoca que uno se enfoque demasiado en la dimensión real, porque supuestamente es lo que se pone en mayor tensión, además de ser esa la única intención del director, dado que en los momentos de mayor expectativa se recurre a esta modalidad, lo cual hace pensar si es esta la alternativa más fiable para salvar una película que se desmorona tras el paso de los minutos porque hay que decirlo: estos videos caseros son pésimos.
Una película que se defiende sólo a partir de esta estrategia es una película insalvable.

viernes, 13 de agosto de 2010

En el límite de la piel


“Aquel que decide, en ese momento, hacer un travelling de aproximación para reencuadrar el cadáver en contrapicado, poniendo cuidado de inscribir exactamente la mano alzada en un ángulo de su encuadre final, ese individuo sólo merece el más profundo desprecio”
(Jacques Rivette, De la abyección, sobre el film de Gillo Pontecorvo, Kapo)




Begotten intenta impresionar desde la oscuridad que promete su rotulación de “film de culto”, unos comentarios intensos en lo que respecta a sus primeros 10 minutos, su ubicación entre las 10 mejores películas de 1991 para la revista Time y además la categorización de ser uno de los más venerados film del género gore.

No es nada raro que a uno le llegue la película con toda esta serie de etiquetas que insuflan el estado anímico del espectador, ansioso de encontrar ese tipo de joyas perdidas o pocos conocidas en los anaqueles innombrables de la historia del cine. Digo esto y recuerdo a Borges.
La cuestión es que me encontré con un intento de poesía gore, alegórica (pero difícilmente alegórica en el que el objeto alegorizado es nada discernible) y que se repite a sí misma durante toda la hora. Es increíble como se explota lo mismo durante todo el tiempo haciendo del misterio un verdadero agotamiento.

Begotten  recrea el origen o regeneración del universo, el génesis bíblico, pero desde un punto de vista gore. Es preciso recalcar que los primeros minutos de la película que retratan el comienzo de la humanidad en un personaje raro (divino o mítico), auto flagelado, en una escena llena de cortes desparejos en el que los significados son obnubiles, experimentando movimientos de la cámara que acompañan el gesto tenso de una navaja, son muy buenos. A eso sumado la técnica de construcción de los planos y la fotografía (todo en blanco y negro, entre nieblas, pareciera un sinfín de negativos) en el que no hay diálogos, sólo una ópera de grillos y de espasmos entrecortados. Despiertan un interés y una incógnita por el desarrollo de tan buen comienzo. Pero ese misterio se ahoga en el devenir, se asusta de su mismo misterio y todo por tratar de repetirse y no provocar algo más. La fórmula de la primaria escena le impide a Elias Merhige poder ser un disparador hacia otra insinuación. El mismo movimiento de cámara, la flagelación constante que se transforma de impúdica y rebelde a tediosa y evidente. Evidencia que el cine gore no se debe permitir porque su clímax es precisamente el nervio y la incomodes, como también el malestar corporal.  
   
Entiendo que la elucubración y el dolor imaginario que engloba el film hayan despertado un cierto misticismo alrededor de su creación. En el hombre es constitutivo (pero reprimido y puesto en ley) el afán de observar lo morboso y de buscar o adentrarse en lo prohibido, en el límite de toda regla.  Para Freud en el ser humano la pulsión de muerte es sólo amenguada por las relaciones sociales que instauran principios. Es evidente que tipos de películas de este género atraiga adeptos por considerarse antiestéticas o antiética, adeptos ansiosos de calmar esta sed de violencia simbólica que encuentra en la vulnerabilidad del cuerpo una posible crítica social. Además de generarse sobre su cuerpo (el  fílmico) una fidelidad que muchas veces logra que se pase de la mera ficción al campo de la realidad. Es lo que sucede en el caso de Flower of Flesh and Blood de la Guinea Pig japonesa (que me permitiré hablar en otra ocasión) donde no sólo se pensó que se trataba de un corto real sino además que generó la creación de un asesino en serie inspirado en dicha película.
¿Qué sucede en estos casos? ¿Cómo el cine se defiende de algo que parece creo a su imagen y semejanza? ¿Hay una cierta moralidad en el terreno del séptimo arte?
Estas preocupaciones eran foco de atención en el teórico cineasta Jacques Rivette quien se preocupaba ante el habitué del hombre moderno hacia el horror. El realismo trajo consigo la persecución de más realismo, uno extremo, poniendo en jaque este tipo de aventuras experimentales sobre el cuerpo humano. Más este género que intenta poetizar el horror o el sufrimiento de la carne, muchas veces sin posicionarse o juzgar lo que se está mostrando. Estos es abyecto, esto no es revolucionario, la historia del cine no vive una revolución cada ocho días. Cuando no hay síntesis, punto de vista crítico de lo que se filma, se puede caer en este tipo de películas. Una simple sumatoria de imágenes en blanco y negro que muestran el horror del dolor como espectáculo y no como factor de cambio. Es necesario que el cine gore apunte a una crítica y no a un forzamiento de lo siniestro.

viernes, 6 de agosto de 2010

De locos y psicólogos




A ver, la película de Martin Scorsese me resultó más que interesante. Es verdad que hay una maravillosa fotografía, un interesante guión adaptado de la novela de Lehane (quien en su obra hace un homenaje al género Pulp norteamericano y es además el responsable de novelas best seller, también llevadas al cine, como “Gone Baby Gone” y “Mystic River”). Me parece que hay un espléndido juego de cámaras y giros por parte del director de Taxi Driver (en mi opinión su mejor obra, sin ninguna duda).


Pero lamentablemente esta película exige que su espectador sea lo más pasivo posible. Y lo exige porque necesita no una cooperación o diálogo (lo cual volvería el film demasiado evidente) sino una recepción callada y distante en relación con este espectador.  Es decir, que se siente en su butaca y mire sin una, si se me permite,  conciencia histórica fílmica.

Este tipo de thriller psicológico (aunque no creo mucho en esto de los géneros) apela a cansarnos un poco con la idea de que el asesino es el propio detective o el encontrado es el propio buscador… o el perseguido es el propio perseguidor. Al menos desde “Sexto sentido” en el que el planteamiento es más que novedoso y ejemplar, las decenas de películas que apelan a esta definición han amenazado con esto del “vuelco inesperado”. La mente tiene sus vericuetos, sus caminos pero que siempre remita a uno mismo puede ser un tanto preocupante para el cine. Digo preocupante por no decir agotador. Decenas de películas con este tipo de moraleja aparecen hoy en día, la mayoría pretendiendo mostrarse innovadoras con una fórmula que ya grita de cansancio.

Si el espectador que se sienta en su butaca hace una operación de mirada crítica (con conciencia histórica fílmica) y pre-siente que el final es como cree, porque toda una serie de películas de este género lo demuestra, entonces Shutter Island es una más del montón.
A eso sumado la temática que toca, en donde la locura y las definiciones de la locura son ya de por sí eje central en este tipo de género. La categorización de “loco” por la “normalidad” encasilla, porque a pesar de las defensas y justificaciones que hagamos, el “otro normal” no saldrá del concepto que define; si el loco se porta bien es que está reprimiendo a partir de mecanismos de defensa y si se porta mal son berrinches propios de su estado (dilema kafkiano). Si este dilema es central en una película, entonces hay mucho más posibilidades de quien la esté viendo se afiance a su pista de que A no era otro que A.