viernes, 11 de abril de 2014

Phil o Murray?



De un día para el otro me llevé todo el mal porque Murray no quería ver su sombra.
Y porque yo no veía mi propia sombra, sigo pisando el charco.
Aun sigo pisándolo (desde junio "que apareciste como horario") , porque me trae ese recuerdo que sabemos.. una y otra vez...

Acaso el tiempo me deparó no ser Phil y sí Murray?

Todo lo que nos queda es este resto de papel...

cuando apareció salpicaba espuelas...
supe que volvería a escribir por su posición técnica, por su mediática manera de decirme las cosas,
tuve agravios de muerte, de carácter máquina, de tumba,
venía con una élite de relámpagos a comprarme la vida, los estudios tácitos de mi sexo,
supe además que la quería desde el ombligo, que le hubiera hecho el amor como una mandarina,
como un ejército de labios dispuestos a reducir mi rabia,
el poco crédito que le doy al mundo,
mis dosis de alcohol extremas, ese niño que todos quieren matar.
la quise porque olía a agua mineral, la quise porque imperaba el territorio de mis pies.
y porque tenía un nido de dedos en sus colchones,
y la humedad le trepaba hasta sus círculos,
colgaban, bajaban, le hablaban marañas de pelotudeces que hubiera besado hasta rubricarme,
hasta que me cubran de cumbias mal cantadas, o de esos ideales de cajón, que es lo mismo.
...
...
...
si supieras
si supieras que tengo un calendario hecho con tu nombre, que dice tu nariz todos los días, que se repite de la misma manera que el boludo del kiosco con su broma de la bicicleta,
si supieras que te remedo con cada vaso (a veces sin hielo), si supieras que huelo tu dentadura,
que suspiro las veces de tu panza, que hubiera tenido mi panza, al menos...


bueno, ni el agravio... creo...


y si te confieso que el renglón de abajo dice tu confianza
¿ me creerías?

lunes, 8 de abril de 2013

En la sombra, una firma

En los trabajos menos guyritcheanos que son las dos ocasiones de Sherlock Homes, se percibe una huella, un recuerdo: la escena más personal, la que más lo define...


Es la firma de un autor, a pesar de los cambios...

jueves, 14 de febrero de 2013

Mercenarios: totalmente adecuado su título


Es impresionante que a esta altura (en la historia del cine) y teniendo en cuenta el presupuesto que se destina, con la cantidad de actores propios del género, se haga este desastre incalculable.
La película no sólo es malísima, es inargumentable y totalmente estúpida, con actuaciones tan malas como las de mi vecina. Además presenta una progresión aburridísima, unos diálogos sosos y como si fuera poco presenta errores impresionantes (un ejemplo, uno de los que ataca al personaje de Dolph Lundgren se tira muerto antes de tiempo, mucho antes de que lo tiren al suelo)
Pretende engalanar con frases que son una pedorrada y con un montaje más burdo que ciertas miniseries locales (bien locales).

lunes, 7 de enero de 2013

Mientras por competir con tu cabello


Llama poderosamente la atención su cabellera. No se trata de un pelo exagerado como el de Enredados, es otro tipo de pelaje. Quizás el cabello mejor dibujado de la historia. Un cabello hermoso, cabello gongoriano. Creo que la mayor parte de la película transcurrió ahí, por lo menos para mí, ya que la vista del espectador se siente a gusto. Una tranquilidad invade. 

El apartamento


La risa que produjo esta película es incomparable. Sin duda alguna, fue una novedad en el tren del tiempo...

La condición cronotópica, el triángulo amoroso y el laberíntico e inoportuno trayecto de amantes hacen del tiempo narrativo una verdadera joya del Cine.

lunes, 31 de diciembre de 2012

Ojalá. Ser o no ser. Ojalá




soñé un día
tu medida

tu borde sombreé lo hice de mí la joya más personal y te dejé ir
eras una hoja
un almanaque de cumpleaños un perro que charla sigilosamente con su conciencia
elemento del ser humano hasta el más perdido

pero un buen día llegabas de tanto futuro que supe
borrabas los hijos las planteras en las ventanas lectura de Joyce los domingos a la mañana los días que no podía abrir los ojos
borrabas
la caricia que te di el día que compraste los vestidos de las nenas
la risa que soltabas para callar al hombre de la otra mesa que borracho interrumpía mis discusiones literarias
la vez que discutimos por esas copas de más que prometí no beber
las facturas de todas las mañanas tempranito en invierno
las charlas en las noches de nuestra ancianidad
y tu tesis doctoral

borrabas
y reías de susto
porque eras cruelmente feliz sin una noticia mía

entonces me supe un espacio mecanografiado un arco de flechas tibio de soledad
tuve tanto miedo de no mirarte que recorría mis sanguinarias diatribas con infinita lágrima
lloré eso que no me atrevo a decir por temor interno
y tuve hambre de tus costados
tuve sensaciones de arrodillarme en tu lengua perder la cabeza para siempre
rodar en vos sí eternamente

te llamé al instante sucedida mis nauseas
tu voz se permitía incrédula
noté la derrota

cuando desperté todos los días estabas besando mis libros
mis películas

ella aun está
sí lo sos


ANÓNIMO



Ciertos momentos son extraños para escribir. Depende de la soledad o de los miedos de las personas, del horario, del día, de la situación.

Momentos como estos necesitan de una risa. Por eso esta película. Porque en ella radica la oportunidad del humor en un tiempo y momento imposible.
“Ser o no ser” se vuelve una paradoja. Cuando el personaje lo menciona, y el otro se levanta, es un momento muy íntimo, pero perdido. Una lástima…

martes, 4 de diciembre de 2012

Madre, soy un tonto.

  
"La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta:
 lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.
Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso,
 pues ellos son los que pasan al otro lado."
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra.


En Turín, el 3 de enero de 1889, Friedrich Nietzsche salió de su casa en el número 6 de la Vía Carlo Alberto, tal vez para caminar, tal vez para ir a la oficina de correos a buscar su correspondencia.
No muy lejos, o en realidad muy poco lejos de él, un cochero tenía problemas con su caballo que se había empacado.
A pesar de todos sus esfuerzos, el caballo se negó a moverse, después de que el cochero -¿Giuseppe? ¿Carlo? ¿Ettore?- perdió la paciencia y tomó el látigo. Nietzsche se abrió paso entre la multitud y puso fin a la brutal escena del cochero, que a esas alturas echaba espuma con rabia.
El sólidamente construido y bigotudo Nietzsche sube, de repente, al coche y echa sus brazos alrededor del cuello del caballo, sollozando.
Un vecino lo llevó a su casa, donde se tiende, tranquilo y silencioso, en el sofá durante dos días hasta que murmura inarticuladamente sus últimas palabras, después de las cuales quedó mudo: "Madre, soy un tonto".
Y vivió otros diez años, sereno y alienado, al cuidado de su madre y de sus hermanas.

Del caballo no sabemos nada.

Ésta pudo ser una posibilidad.

Muestra el minúsculo punto que somos en la nube de polvo de nuestros días, en la inanidad del hombre, que es su barbaridad plena y su propio apocalipsis.

Es el viento que impedirá recorrer el camino, la oscuridad que se aproxima en medio de la nada, que al fin de cuenta, es lo mismo.

Podemos oírlos en el andar a tientas en su camino a la cama.
Podemos oírlos acostarse y colocar las mantas sobre ellos.
Podemos oírlos respirar. Sólo su respiración.
Hay un silencio de muerte afuera. La tormenta remitió.
Tal silencio mortal reina también en la casa.

Es mentira. Sufrimos la misma consecuencia. Afuera el viento es similar... y llueve.