viernes, 13 de agosto de 2010

En el límite de la piel


“Aquel que decide, en ese momento, hacer un travelling de aproximación para reencuadrar el cadáver en contrapicado, poniendo cuidado de inscribir exactamente la mano alzada en un ángulo de su encuadre final, ese individuo sólo merece el más profundo desprecio”
(Jacques Rivette, De la abyección, sobre el film de Gillo Pontecorvo, Kapo)




Begotten intenta impresionar desde la oscuridad que promete su rotulación de “film de culto”, unos comentarios intensos en lo que respecta a sus primeros 10 minutos, su ubicación entre las 10 mejores películas de 1991 para la revista Time y además la categorización de ser uno de los más venerados film del género gore.

No es nada raro que a uno le llegue la película con toda esta serie de etiquetas que insuflan el estado anímico del espectador, ansioso de encontrar ese tipo de joyas perdidas o pocos conocidas en los anaqueles innombrables de la historia del cine. Digo esto y recuerdo a Borges.
La cuestión es que me encontré con un intento de poesía gore, alegórica (pero difícilmente alegórica en el que el objeto alegorizado es nada discernible) y que se repite a sí misma durante toda la hora. Es increíble como se explota lo mismo durante todo el tiempo haciendo del misterio un verdadero agotamiento.

Begotten  recrea el origen o regeneración del universo, el génesis bíblico, pero desde un punto de vista gore. Es preciso recalcar que los primeros minutos de la película que retratan el comienzo de la humanidad en un personaje raro (divino o mítico), auto flagelado, en una escena llena de cortes desparejos en el que los significados son obnubiles, experimentando movimientos de la cámara que acompañan el gesto tenso de una navaja, son muy buenos. A eso sumado la técnica de construcción de los planos y la fotografía (todo en blanco y negro, entre nieblas, pareciera un sinfín de negativos) en el que no hay diálogos, sólo una ópera de grillos y de espasmos entrecortados. Despiertan un interés y una incógnita por el desarrollo de tan buen comienzo. Pero ese misterio se ahoga en el devenir, se asusta de su mismo misterio y todo por tratar de repetirse y no provocar algo más. La fórmula de la primaria escena le impide a Elias Merhige poder ser un disparador hacia otra insinuación. El mismo movimiento de cámara, la flagelación constante que se transforma de impúdica y rebelde a tediosa y evidente. Evidencia que el cine gore no se debe permitir porque su clímax es precisamente el nervio y la incomodes, como también el malestar corporal.  
   
Entiendo que la elucubración y el dolor imaginario que engloba el film hayan despertado un cierto misticismo alrededor de su creación. En el hombre es constitutivo (pero reprimido y puesto en ley) el afán de observar lo morboso y de buscar o adentrarse en lo prohibido, en el límite de toda regla.  Para Freud en el ser humano la pulsión de muerte es sólo amenguada por las relaciones sociales que instauran principios. Es evidente que tipos de películas de este género atraiga adeptos por considerarse antiestéticas o antiética, adeptos ansiosos de calmar esta sed de violencia simbólica que encuentra en la vulnerabilidad del cuerpo una posible crítica social. Además de generarse sobre su cuerpo (el  fílmico) una fidelidad que muchas veces logra que se pase de la mera ficción al campo de la realidad. Es lo que sucede en el caso de Flower of Flesh and Blood de la Guinea Pig japonesa (que me permitiré hablar en otra ocasión) donde no sólo se pensó que se trataba de un corto real sino además que generó la creación de un asesino en serie inspirado en dicha película.
¿Qué sucede en estos casos? ¿Cómo el cine se defiende de algo que parece creo a su imagen y semejanza? ¿Hay una cierta moralidad en el terreno del séptimo arte?
Estas preocupaciones eran foco de atención en el teórico cineasta Jacques Rivette quien se preocupaba ante el habitué del hombre moderno hacia el horror. El realismo trajo consigo la persecución de más realismo, uno extremo, poniendo en jaque este tipo de aventuras experimentales sobre el cuerpo humano. Más este género que intenta poetizar el horror o el sufrimiento de la carne, muchas veces sin posicionarse o juzgar lo que se está mostrando. Estos es abyecto, esto no es revolucionario, la historia del cine no vive una revolución cada ocho días. Cuando no hay síntesis, punto de vista crítico de lo que se filma, se puede caer en este tipo de películas. Una simple sumatoria de imágenes en blanco y negro que muestran el horror del dolor como espectáculo y no como factor de cambio. Es necesario que el cine gore apunte a una crítica y no a un forzamiento de lo siniestro.

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