sábado, 8 de mayo de 2010

El cine de Papá


Es verdad que en los comienzos de la Nouvelle Vague se pueden encontrar ciertos puntos flojos. Pero esto se debe a que en los inicios de todo gesto revolucionario su definición está en juego. Se necesita de Tiempo, de un recorrido mínimo de prueba para asentarse en prácticas los modelos teóricos que sustenta. La troupe francesa de los 60 tenía una meta: proponer un sujeto/espectador activo/comprometido con lo que mira. El cine como Industria cultural que ya era, definida o preestablecida desde una hegemonía, establecía una actitud consumista de este espectador, que se acongojaba ante la masiva introyección de los productos norteamericanos sin preguntarse por su verdadera estrategia. Un cine totalmente descomprometido con su contexto, que contaba historias fuera de toda realidad para hacer creer a los espectadores que un mundo de ensueños era posible fuera de sus casas, era posible en las salas de cine. Rubias, cigarrillos, países exóticos eran las claves para ensoñar a estos.

Imagínense lo que sucede cuando un tipo como cualquiera rompe con esa sintaxis pasiva y lineal para instaurar un modo de pensar espinoso. Nadie se lo acepta porque el mundo despreocupado y estupidizante que nos vende el de afuera nos resulta más fácil de entender. Entonces nos conformamos con que nos dominen, con que nos automaticen, con que modelen y manejen nuestros modos de pensar y sentir. De ahí en más surge la creencia y la asimilación de que la verdadera realidad está en lo que ese cine muestra: el estilo de vida americano es un estilo de vida preferido, ensoñado, diríamos para resumir, lo que es mío, lo que me define.

Es verdad que Godard no era un proletario con la camisa abierta mostrando su torso desnudo lleno de aceite y transpiración. Era un nene de papá que tuvo su posibilidad de ingresar al selecto modo de vida francés de la época. Todo un heredero.



Sin embargo, no es necesario ser un trabajador o un activista de la época para estar disconforme con el “sistema”. Un hombre de conocimientos que piensa lo que le rodea, ve el malestar imperante y la poca democracia o libre pensamiento que imperan, y que además tiene una epidermis sensible con lo que le asedia y no toma una presencia indiferente con su actualidad, también puede tratar de cambiar su realidad.

Una manera de resistencia a todo poder es utilizando los mismos instrumentos que están presentes en esa estructura. O acaso sigue vigente aun ese anacronismo de que la única manera de cambiar la realidad es a partir del fusil, de la actividad de la praxis. No, también desde la escritura se puede llegar a un cambio, es más, para cambiar el mundo es necesario primero repensarlo.

Al contrario de como se piensa en muchos ámbitos de discusión sobre cine, es una lástima que se haya cambiado esta manera de producirlo, que no es un cine nihilista ni carente de sentido como algunos sostienen, es un cine que compromete al espectador, que lo invita a realizar, construir los sentidos del texto. La pluralidad de los sentidos es un gesto revolucionario que implica una manera de acceder, por fin, al cuerpo del cine y desde ahí, explotarlo.

No señores, no es difícil su sintaxis (si es que hay sintaxis); no es difícil su historia (si es que hay una historia); no es difícil su linealidad narrativa o falsos raccords; es simplemente una invitación a que nosotros también hacemos cine.

No hay comentarios: