lunes, 11 de enero de 2010

El secreto de Campanella

Argumento: Benjamín Espósito (Darín), secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo, a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser. (Filmaffinity)

Reflexiones:
Es difícil abstraerse de la “campanellomanía” que ha suscitado esta película. Pero uno entiende, luego de ver “El secreto de sus ojos”, semejante furor.

Campanella es, sin dudas, uno de los mejores narradores del cine latinoamericano. Los diálogos son brillantes, creando climas de absoluta empatía con los personajes. La película logra construir un aura que se mantiene durante toda la película, pero a su vez, cada escena genera su propia microclima, particular, único.

Ricardo Darín y Soledad Villamil confirman lo que uno siempre creyó: hacen lo que quieren. Así de simple. Uno los ve y piensa: “qué fácil es actuar”. Y solo los grandes intérpretes transmiten eso. Por su parte, Guillermo Francella demostró que es un actor con grandes cualidades (como pocos en estas tierras) y que es más que ese pícaro bigotudo que hace caras y dice frases sin terminarlas mientras mira a una colegiala o se pelea con una vecina (algo que también hace de manera excepcional).

La película pasa muy rápido. Cada escena dura lo justo y necesario. Y mantiene la atención del espectador, quien se involucra con los personajes y siente propias las historias. Eso, como insistimos, lo logra Campanella puesto que es difícil mantener la narración de un thriller policial (sólo Damián Szifron puede lograrlo aquí). Campanella, un niño que empieza a ser mimado en Hollywood, da muestras de haber mamado las mejores enseñanzas que puede brindar la meca del cine.

El cine argentino está plagado de escenas memorables. Sin embargo, un párrafo aparte (como éste) merece lo que a mi entender es una de las mejores escenas de la historia del cine nacional (puesto que no me animo a decir la mejor). Para quien haya visto la película, se trata de la escena de “la cancha de Huracán”. Remite mucho (muchísimo) a Irreversible de Gaspar Noé (una aparente única toma, cámara en mano, dos personas buscando a un violador). Pero está excelentemente lograda y le dan a uno eso que suelen llamar “orgullo”.

La película, entiendo, afloja al final. Los múltiples simbolismos que nos insisten en que la película cierra, para dejar un final ¿abierto? y cierta confusión ideológica, podrían haberse ahorrado. Pero de ninguna manera dan por tierra esta brillante película.

Crédito para Campanella, un gran realizador y sin dudas, el director más pop del país. Y para el tándem Darín – Villamil – Francella, que es inolvidable.


1 comentario:

Madi dijo...

Yo cada vez que veo la repetición de la entrega de los oscar no puedo evitar pensar en los exterminaitors... Miramelo a Francella tan calladito a dónde llegó. Excelente película y excelentes actores. Genial la escena en que Pablo Rago habla con la madre del asesina.