jueves, 17 de septiembre de 2009

No más cine


Concomitante en sangre y en tedio, el principio constructivo que funcionaliza sin brillo esta segunda parte es el mismo que el primero, excepto por un nuevo ingrediente: la exageración.

Pero ¿cuál es ese principio que se escurre por la epidermis de la trama? A grandes rasgos no es otro que “la tortura y el desestructuramiento del cuerpo como excitación humana”.
En este film, sus personajes alcanzan una excitación moral lograda por la felonía que provocan en el otro. Relación “necesidad-satisfacción” que supone un morbo en sus legalidades de placer.
No podemos dudar que en algún punto el torturador está siendo invadido por un cierto goce, producto de las derivaciones de sus deseos, si no sería extraño que opere sus demandas asesinas sobre el objeto “cuerpo” sin lograr un mínimo fin. Si quiebra piernas, evacua sangre, teje piel, es porque percibe inconscientemente la responsabilidad creativa de un artista.
El escultor, el poeta, el director cinematográfico, resemantizan los elementos del plano real, plasmándolo en ese universo orgánico que llaman arte. De alguna manera estos artistas (aunque sea en lo más oscuro de sus huesos) se sienten invadidos por el placer, más por la creación realizada que por su circulación.
El torturador, a su modo, expresa el deseo reprimido en las formaciones de la creatividad, desplazando en el cuerpo del otro su “yo”. Sin embargo, es en la circulación o exposición de ese cuerpo desplazado que la satisfacción se produce.
Sobre este eje los elementos que tienen que dar fe de su jerarquía no cambian de película a película, de sistema a sistema, lo que produce un automatismo que rompe con la atracción al espectador. El automatismo apaga la fe de género ( ¿esto se plantea en singular?) , se nihiliza lo que vendrá, soluciona el desenlace, el arte ya no es más arte: no más cine.
Sólo queda un film desabrido en el que Eli Roth condimenta mal: lo exagera.
Gesto y gusto desmesurado que no indica explosión sino implosión, todo revienta y aturde en sí; los cuerpos se desestructuran como nunca, pero saben qué, esto es insistir y una mala insistencia desconsuela.

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