Un vidrio se rompe. Pero la enfermera perdona porque la muerte rodeada de tragedia disculpa todo acto inusual o de acción transgresora sobre la materia.
A diferencia de Blanc, no hay posibilidad de ensayar las relaciones humanas, no hay resucitación del cuerpo (incluso la debilidad del sexo llama la atención, por momentos muerto y desbordado de un recuerdo doloroso).
La materia, el fetichismo del objeto puede regresar. La vida no.
El azul que se disemina viene de un objeto, viene de una habitación, viene de una nota musical, siempre regresando, rodeado de una vida muerta, de presencias acabadas, siempre laterales, de una Juliette Binoche que ya no es más y nunca lo será Juliette Binoche. De una música que ya no es música.
Azul que contagia a un hombre, y lo doblega por un propio poder de color, apenas vislumbrando por entre vidrios, llamadores de ángeles, demás…
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