Pretende divertir; colapso más que acusación. El signo que anima toda pretensión es la otredad, pero de ella sólo hay una causa que la origina. Su necesidad.
La pretensión de la carcajada a partir del espectador termina situandose en un complejo, el de tomar ese "otro" como un estúpido. Necesidad de estúpidos. Otro de consumo que no ríe.
Un buen ejemplo de cómo actuar el humor, buscar la gracia fácil, impedir que toda sexualidad se propague. Funciona como una guía perfecta de como maltratar la risa.
Aturdir no es signo de diseminación.
Un encubrimiento decepcionante (no niego su buen disfraz pero se acota en él). Toda picardía está relegada al marketing y a la lencería, al abuso digital.
Otra pretensión es enhebrar una historia: se derrumba, cae. Y yo no caigo, al contrario, me levanto, huyo. Y en esa huida se produce el derrumbe. La otredad huyendo a encontrar la risa.
Si no existe el sustento, el andamiaje de toda relación, no hay proceso. Y si no hay proceso no hay desarrollo.
El alucinaje, el fascinar desde el molde no forma un todo.
Máscara de barro que impresiona...pero se quiebra.
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